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La profe

EL TERROR ANTIGLOBAL -

El terror global 'antiglobal'

por Silvia Palacios y Lorenzo Carrasco


Silvia Palacios y Lorenzo Carrasco, corresponsales de Executive Intelligence Review en Brasil, escribieron el estudio siguiente especialmente para el libro Terror contra el Estado nacional, que EIR ha puesto en circulación a fines de 2001.


Como lo señala Lyndon LaRouche en un capítulo anterior, el movimiento antiglobalista mundial no es sino una versión moderna de la revuelta de las turbas jacobinas de la Revolución Francesa, manipulada por el imperio británico, y que sirvió de base al "zoológico rebelde" que el primer ministro lord Palmerston organizó más tarde, a mediados del siglo 19, con el propósito de desestabilizar a los regímenes de sus ex aliados de la Santa Alianza. Era el mismo esquema: utilizar turbas jacobinas producto de las medidas económicas liberales, para terminar de desmontar regímenes monárquicos caducos.


De la misma manera, la oligarquía financiera del eje Londres-Nueva York, y las familias agrupadas a su alrededor en todo el mundo, ante su inminente quiebra financiera, azuzan hoy día a las nuevas turbas de sans-culottes, surgidas de entre las masas de miserables que producen la globalización y el libre comercio, para eliminar del mapa mundial cualquier vestigio de genuina resistencia nacional a sus programas demenciales.

El mismo modus operandi que el imperio británico siguió cuando promovió las ideas de Carlos Marx desde el Museo Británico para socavar las ideas y programas del sistema americano de economía política, verdadero enemigo del libre comercio.

Así como la Revolución Francesa tuvo sus mecenas entre los círculos financieros de Jaques Necker y el duque de Orléans, que fomentaron a ideólogos y propagandistas como Jean-Jacques Rousseau, el movimiento antiglobalista no se queda atrás y cuanta con dos grandes familias del Establishment oligárquico: la familia Goldsmith, y George Soros, que financian el movimiento antiglobalización y fomentan la difusión de nuevos ideólogos, como el profesor Toni Negri, fundador de las Brigadas Rojas en Italia, famosas por el asesinato del primer ministro italiano Aldo Moro.

El movimiento antiglobalista tiene raíces comunes con el fenómeno del nuevo terrorismo, que sería mejor catalogar de "guerra irregular postmoderna". Una de sus características más peculiares es que sus demandas no se circunscriben al ámbito del Estado nacional soberano, al que desprecian, sino que son demandas de intereses particulares de grupos locales elevadas a problemas mundiales (globales) cuyas soluciones exigen la estructura de un gobierno mundial. Es una amalgama de organizaciones formales que vienen de las luchas insurreccionales anteriores, a partir de la década de los sesenta, con el oscuro enjambre de organizaciones no gubernamentales (ONG) que proliferaron a partir de los ochenta. Estas últimas son de lo más diverso, desde las que supuestamente defienden los derechos humanos, generalmente contra las fuerzas armadas nacionales, hasta organizaciones ambientistas e indigenistas que oponen sus demandas a los intereses del desarrollo económico y de infraestructura, para exigir intervenciones supranacionales en defensa de supuestos derechos de una humanidad tan difusa donde la idea de una "aldea global" en que las poblaciones y sus intereses son reducidas a tribus.

Como se comentó en las páginas de Folha de São Paulo el 24 de septiembre, los ataques terroristas del 11 de septiembre a los Estados Unidos se pueden considerar "la primera guerra de una ONG", ya que no se puede identificar detrás del acto a ningún interés de un Estado nacional, sino que se trata de "un acto de guerra practicado por un grupo ubicado en la zona gris entre la empresa privada y la ONG. Era tal vez inevitable, con el agotamiento de los Estados nacionales, que hasta la guerra, el acto más tradicional de la soberanía, fuese absorbida por los nuevos formatos de actuación social".


En este nuevo formato, como lo plantea Toni Negri en su libro Imperio, que se vuelve ya la biblia del movimiento antiglobalista, el surgimiento de un imperio mundial anglosajón vigoriza la acción de grupos y organizaciones no gubernamentales orientados ya no en defensa de los valores nacionales demolidos por la propia estructura de globalización, sino de causas étnicas o de intereses difusos, de lo que bien puede denominarse demandas de una "sociedad civil global".

Es decir, el imperio aumenta el potencial insurreccional. Este movimiento, que se extiende rápidamente a través de fronteras físicas y morales, es lo que se formalizó con la creación del Foro Social Mundial en Porto Alegre en enero de 2001.

Las preocupaciones sociales de la especulación financiera
Pero por debajo de todo la espuma de esta turbulencia social, no muy lejos de la superficie, aparecen los tentáculos de un pulpo financiero directamente vinculado al aparato financiero angloamericano y a una rama francesa enraizada en sus propias tradiciones colonialistas, de donde surgió la estructura de control social de lo que hoy se conoce como ciencias sociales, desconectadas tanto de la ciencia física avanzada como de la economía, de la cual dependen las condiciones de bienestar social.


[FIGURE 71]Como dijimos, los dos focos más visibles de este control son las redes de George Soros y la familia de financieros anglofranceses Goldsmith, ambos vinculados directamente a los círculos íntimos de las finanzas de la Corona británica.

Soros comenzó su carrera de filántropo de las causas de la "ciudadanía global" primeramente promoviendo la causa de los "derechos humanos", a través, principalmente, de la organización Human Rights Watch. Para él, el desarrollo de una estructura supranacional de derechos humanos era fundamental para debilitar a las fuerzas armadas de Iberoamérica, ya que, como su propio hermano Paul lo declaró, no hay garantías para los inversionistas extranjeros mientras exista una estructura fuerte del Estado nacional y sus fuerzas armadas.

La campaña "en pro de los derechos humanos" dirigida a satisfacer estos propósitos contra el Estado nacional soberano y erigir una estructura de gobierno mundial surgió a mediados de los setenta, como proyecto del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York (CFR) y su criatura la Comisión Trilateral.

El régimen del presidente Jimmy Carter se encargó de la primera fase de ejecución, desestabilizando en especial a los gobierno resueltos a realizar grandes obras de infraestructura y energía, desde Irán hasta Brasil. Al mismo tiempo, las fundaciones del Establishment angloamericano promovían a personajes como el cardenal Paulo Evaristo Arns como grandes campeones de los derechos humanos.

Bajo la dirección del asesor de seguridad nacional Zbignew Brzezinski, la política del Establishment siguió los lineamientos de Bernad Lewis, profesor de Oxford que imaginaba un "arco de crisis" desde el norte de Africa hasta el Extremo Oriente para supuestamente contener la amenaza soviética. Como parte de esta política, se comenzó a fomentar y patrocinar a sectas fundamentalistas como la de la del ayatola Jomeni en Irán y a grupos insurreccionales y terrorista en Afganistán. Se creó así la reserva de terroristas mercenarios que son el componente principal del fenómeno del nuevo terrorismo. De esa época datan todas las redes insurreccionales de América Central.

El esquema suponía que los recursos ilegales canalizados a estos grupos deberían provenir del tráfico internacional de drogas, lo que explica el empeño del régimen de Carter en la legalización de uso de drogas sicotrópicas. De ahí parte el crecimiento de los grandes carteles de drogas, desde los afgansis que dominan el tráfico de heroína hasta los grandes carteles del hemisferio ocidental, en especial los de Cali y Medellín, que dominan el tráfico de cocaína.

Más recientemente y como parte de las campañas por la "ciudadanía global", George Soros vuelve a aparecer promoviendo los "derechos humanos" ligados a la legalización de las drogas, de la mano de notables de la teología de la liberación como el obispo brasileño Pedro Casaldáliga. Por ejemplo, en junio de 1998, Soros y una parvada de otras "personalidades" publicaron en el New York Times una carta abierta al secretario general de la ONU, Kofi Annan, para pedir que la Sesión Especial de la ONU sobre el asunto de drogas considerase legalizar su consumo. Firmaban, entre otros, el actual ministro de Economía de Argentina, Domingo Cavallo; el brasileño Luiz Inacio Lula de Silva, dirigente Partido de los Trabajadores (PT); el obispo Pedro Casaldáliga, gurú del Movimento de los Sin Tierra (MST); el peruano Javier Pérez de Cuéllar, ex secretario general de la ONU y ex primer ministro en el gobierno de Javier Paniagua; Diego García Sayan, actual ministro de Relaciones Exteriores del Perú; y, de Colombia, el actual ministro de Economía, Juan Manuel Santos.

Por lo anterior no debe sorprender la creciente intimidad de George Soros con el movimiento antiglobalista, en especial después de la creación del Foro Social Mundial en Porto Alegre, cuando se prestó a la opera bufa del debate entre el Foro Mundial de Davos, que él representaba, y el Foro Social, representado por João Pedro Stedile, líder del MST, y Bernard Casen, director de Le Monde Diplomatique.

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